Tiene sus propios chip (incluido un microprocesador propio) y su propia memoria RAM. Se ha convertido, casi, en un ordenador dentro del ordenador. Y eso porque tiene un trabajo duro: convertir señal digital (unos y ceros) en puntos de luz y color.
A cada punto de la pantalla se le llama píxel y tiene información sobre color, brillo, contraste, etc.
Una tarjeta que genera píxeles más pequeños llena la pantalla con más información, por lo que es una tarjeta con mayor resolución, con mayor capacidad de producir gráficos. Se ve mejor, vamos. Pero gasta más energía. Bastante más.
Otro elemento importante en una tarjeta gráfica es cuantas veces regenera la imagen de la pantalla cada segundo, cuantas veces quita una imagen y pone otra. A eso se le llama tasa de refresco, que se mide en megahercios, y que tiene mucho que ver con la salud de tu vista. A mayor tasa de refresco, menos se cansan los ojos.
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